lunes

Piel de Papel

La vio desnuda sobre las sábanas de la habitación a oscuras y le pareció que estaba arropada con el frío.

No temblaba, no respiraba entrecortado ni chasqueaba los dientes. No tenía los músculos rígidos ni la piel pálida, pero la vio tan profundamente desnuda que le pareció que se había echado encima un edredón de frío.

Con delicadeza hizo que sus dedos patinaran sobre ese lago helado que era su humanidad. Sólo entonces supo que ardía por dentro.

Mirame. –dijo él.

Ella abrió los ojos y él confirmó su hipótesis. Un aro de cobre se asomó en su mirada encendiéndose como una caldera, derritiendo el hielo. El patinador se desgonzó y cayó de palmo sobre sus senos erguidos. Entonces las pieles olvidaron el frío.

-Recapitulemos, ¿te parece?

-Me parece- contestó ella.

Él reconstruyó una historia que no merece ser contada. Sólo un poco de realidad acompañaba su relato: los nombres, los actos, las fechas… todas las configuraciones de lo real tomaban un carácter de documento, de informe investigativo. Pero en el ambiente flotaba una extraña sensación de historia incompleta. Parte del relato se hacía intangible, intraducible en palabras.

Dejó caer los labios sobre sus senos y los encontró blandos. La relación de forma y textura le pareció incongruente; besaba un bloque de hielo blando y delicado. Cosas de la literatura. Por un momento pensó que no existían, ni él ni ella, y se sintió escrito en la piel de un libro discretamente escondido en el rincón de una biblioteca junto a la chimenea.

-Sos de papel. ¿Sabías?

-¿De papel?

-Sí, sos de origami.

Finalizó la frase mordiéndole el pezón, doblando el papel hasta construir una cúspide para instalar su lengua. La cúspide se erigió desde adentro y emergió un vaho que ruborizó la piel de su cuerpo. Se deshizo en su memoria el viento.

Lamió la figura en origami y en su mente desapareció otro recuerdo. Confirmó que no existía, no era más que el personaje de una irrealidad. Su existencia se alojaba en esa piel de papel que lamía… Lamió de nuevo y desapareció su nombre. También una ecuación matemática. Luego las líneas del último poema de Cortázar, inolvidables hasta entonces.

Con placer, con una agonía satisfactoria, devoró los capítulos de su historia y pereció al lado de una piel en blanco que algún día lo contuvo, en la que algún día se encontró bajo el abrigo de un edredón de frío.

5 comentarios:

Juan F. Remolina C. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan F. Remolina C. dijo...

Julián, dentro de nuestras apetencias literarias está un intersecto mágico de nombre Cortázar. Un texto críptico que deja entrever la fuerte influencia del escritor argentino.
Saludos desde Bucaramanga.

Karolina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Karolina dijo...

<>

pero afortunadamente esa mariposa aun existía para él...
Y conmigo, la escafandra a veces se corta el vuelo de esa amriposa
(Juli, es que me acordaste de la "escafandra y la mariposa" por qué, ummm, interesante saberlo.... Saludos).

Karolina dijo...

Por cierto, me acuerdo del relato, esa vez el correo del 2008, no te respondí, pero creo que fue mejor así, ahora me agrada mucho volver a leer "Piel de papel"