“Bastardo. Fue esa la palabra que le gritó su madre desde la ventana mientras él atravesaba el río sin más pertenencias que la ropa que llevaba encima. El insulto entró en él como una liberación. Sintió que lo abandonaba el peso de ser hijo de alguien y se sintió libre de ser hijo de sí mismo. Le respondió con una sonrisa y se echó a nadar río abajo, prometiéndose regresar si lo devolvía la corriente que lo arrastraba..."
Una palabra debe ser escrita en cada extremo del antifaz,
una palabra compuesta que pueda ser leida anudada o por separado;
que anudada le dé un sentido a cubrir el rostro con el trozo de un poema,
que desanudada sea como un descubrimiento,
una suerte de desnudez,
un acto de confianza que permita ver lo que hay detrás de él.
Luego, seguido a cada extremo del antifaz, debe tejerse una frase que termine en punta,
que vaya del extremo posterior de la cabeza hasta el entrecejo
y se junte con la misma frase en dirección contraria,
desde el entrecejo hasta el respaldo de los pensamientos,
pasando detrás de las orejas y enredándose en el cabello,
teninedo cuidado de no perder los puntos de las ies en la maraña de finas hebras que nacen en el cerebro…
Bordeando los pómulos y las mejillas, el contorno del antifaz debe tener un verso fuerte, contundente, capaz de soportar el peso de nuestra propia mirada.
Un conjunto de puntos puede desprenderse desde el último extremo,
donde descansa el lacrimal y nace la nariz,
a modo de lágrima indecisa y fugitiva que escapa desde el ojo semidesnudo…
Es preciso abandonar la idea de ocultar la mirada;
el antifaz ha de ser el instrumento para disimular el rubor,
para maquillar la identidad entre curiosos vigilantes,
para ser distintos entre quienes nos miran…
pero es también un elemento que, contrario a lo que reza la creencia popular,
intensifica la mirada y la convierte en una daga penetrante y seductora.
Nada más infuncional que un rostro de ojos cerrados adornado con la belleza de un antifaz; deja de ser ese rasgo característico de la personalidad
y se convierte en mero elmento decorativo.
Así que el antifaz debe tener un par de aberturas pronunciadas a la altura de los ojos,
con palabras esdrújulas como pestañas
(las agudas son muy cortas y las sobreesdrújulas serían cabellos en los ojos).
Por último y para quien prefiera no anudar un par de palabras que funcionarían por separado, una vara de caracteres orientale spodría tener la firmeza suficiente
para sujetar el antifaz con los dedos y sostenerlo sobre el rostro:
un Haiku que evoque la fortaleza de los sauces otoñales,
un secreto budista,
una columna de sabiduría oriental…
Este elemento dará al antifaz la virtud de retirarlo con un gesto inesperado
y dejar la piel de papel desnuda frente a la mirada atónita de quien aún, por cordura,
prefiere pasar la noche con un poema escrito sobre el rostro.
Propongo un lugar en el silencio donde la luz no llegue, donde el mar se acobarde y se atrinchere en los rincones, un lugar donde solos en la arena sumerjamos nuestras pieles.
Propongo un techo bajo que nos obligue a caminar descalzos, y un aire color vaho que reseque los pulmones.
Propongo un sol incierto, un crepúsculo constante, un sereno y profundo instante de cordura en medio de la angustia…
Allí, bajo las tierras que he creado, en el subsuelo de tu ser, reconoce que soy Dios y que he perdido la cordura, que estoy atado a ti y que habré de enloquecerte, hasta que sumerjas la cabeza en el fango y me succiones como os he ordenado.
He renunciado a todo lo que me ate. Amante de los viajes baratos y del turismo social, de conversar con la gente que tiene cosas que contar. Amo soñar, escribir, narrar; disfruto el teatro y el cine, de ambos he visto poco. Carezco de razones para no ir o para no saltar y ofrezco al mundo mi alma, mi voz y mis palabras.